El concurso de Trabalenguas
A la salida de misa y previa parada en “El Trineo “,sabíamos
concurrir con algunas compañeras de grado a
un programa de radio llamado Chiquilandia que
transmitía todos los domingos
LU27 Radio Dolores.
En él se hacía participar con juegos y canciones al público infantil y su concurrencia llegó a
ser tan numerosa que en algunas oportunidades
debió realizarse en la esquina de
la calle Belgrano y Castelli lugar donde actualmente se sirve el mejor café de Dolores.
Tenía siete
años aproximadamente cuando participé en un Concurso de Trabalenguas.
Llegué a la ronda final y obtuve el primer premio
con el popular trabalenguas “Carlitos
clavó un Clavito….”
El premio que obtuve por mi triunfo consistía en una
gallina Chocolate.
Era domingo de Pascua. Recuerdo que ese día habíamos sido invitados a almorzar a
casa de mis abuelos maternos
Llegué feliz a casa haciendo curvas por las calles
otoñales mientras apretaba mi trofeo casi derretido entre las manos .
Era el
mediodía y para contrarrestar mi ansiedad por comerme el chocolate antes del almuerzo,el abuelo Carlos
con dulzura y poder persuasivo me dijo
que si dejaba la gallina en la heladera sin molestarla , al cabo de dos horas ella
“pondría un huevo” de verdad .
Acepté su propuesta y dejé la gallina muy confiada
dentro de una enorme “Siam “ color celeste
ubicada en el comedor diario.
Pasadas las dos horas abrí con curiosidad la heladera y
me quedé paralizada al comprobar
que el designio del abuelo se había cumplido,- la gallina de chocolate había puesto un auténtico huevo .
Me quedé para siempre con la convicción de que un
milagro había ocurrido dentro de la heladera del abuelo y como tantos episodios
de la niñez ,a los pocos días de
ocurridos quedan adormecidos en la memoria hasta que algún inexplicable
estímulo los saca a la luz en el momento
menos esperado.
En casa ,mi
hijo menor me ha puesto un apodo muy gracioso.
Cuando me retraso en sentarme en la mesa,dice con
voz solemne :”Por favor ,esperen a La
Cuentera”, mote que me tengo bien ganado
debido a mi vocación por repetir
anécdotas viejas.
Hace poco
tiempo les conté por primera vez del concurso de Trabalenguas mientras
revivía todos los detalles de la
historia que tenía intactos registrados
en mi memoria.
Pero antes
de llegar al final y cuando les iba a comentar de la gallina que había puesto un huevo en la heladera no
pude evitar llevarme las manos a la cabeza.En ese mismo instante se esfumaba para mí aquella tierna fantasía que
me había regalado el abuelo y que ,como
tantas ,eternizan en el recuerdo un
vínculo de afecto potente como es aquel
que liga a los abuelos con los nietos.
Al recordar
esta sencilla historia ,que es solo una entre las millones que atesoramos cada uno de nosotros, pensaba
entonces en la paradoja
qué siendo los abuelos y los niños las usinas de amor más importantes
que poseen las familias,sin embargo ,reciben como contrapartida de nuestra
sociedad la postergación y la indiferencia de sus integrantes.
Ya que tanto queremos imitar a los países desarrollados ,tomemos como
ejemplo la consideración primordial que reciben todas sus legislaciones en
cuanto al tratamiento hacia los niños y
los ancianos .
Por su fragilidad e
inocencia los primeros ,por el
respeto a la madurez o simplemente por ser “Nuestros Mayores “ deberían ambos
constituir el principal punto de atención de cualquier política de gobierno que
se precie de humana y que pretenda implantarse
en lo sucesivo.