DOLORES ,LA NUESTRA (2006)
Uno
entra y sale de su pueblo.
Lo
hace en infinitas ocasiones y por diferentes motivos.
Cuando
uno sale se despide y cuando
regresa siente que está de regreso en
casa
Y
no se trata de una sensación equivocada ,en realidad nuestro pueblo es también
nuestra casa.
Después
de muchos años de habitar en Dolores cuando uno camina por las veredas las
siente como si fueran propias.
Más
aún las del barrio de la infancia que
producen un regocijo especial al
recorrerlas.
Y
no importa si están o ya se han ido sus primeros moradores, para uno esa casa,
ese negocio, ese terreno, pertenecerá siempre al vecino
a quien uno conoció.
Será
costumbre o tal vez cariño que pese al paso del tiempo sigo identificando la
esquina de la calle Alem e Ingeniero
Quadri con el almacén de Rondi y aunque mis abuelos ya no están la casa de
enfrente será para mí eternamente la de
ellos.
Con
el Correo sucede lo mismo, lo podrán
pasear por todo el pueblo pero su
legítimo edificio será por siempre el de
la calle Vucetich y Mitre.
En
este momento recuerdo que mi padre llamaba “lo de Denota “ a la confitería
Mingos
Como
ocurre con las personas, los pueblos para embellecerse necesitan ,en grandes
dosis, quererse y conocerse.
Es
fundamental mirarse hacia adentro para evaluar
las aptitudes y luego intentar desplegar al máximo las destrezas de sus habitantes.
Conocerse
no es un obstáculo para el crecimiento es simplemente no dejar las cosas al
azahar.
Es
saber quienes somos, que aspiramos, que
ofrecemos, cuales son nuestras capacidades y cuales son nuestras asignaturas pendientes, que las
tenemos....
Debemos
perfeccionarnos y redoblar nuestros
esfuerzos en aquellas áreas en donde
hemos dado muestras de excelencia y
calidad.
Nuestra
ciudad tiene una destacada trayectoria en el campo educativo, en las
actividades administrativas y judiciales
y fundamentalmente en la actividad agropecuaria.
Sin
embargo, al menos hasta ahora ,no se ha podido instalar en la mente de los
habitantes una inclinación dirigida hacia la actividad industrial como sí se observa entre los vecinos de otras
localidades cercanas.
Tal
vez porque tradicionalmente nos hemos volcado hacia otras áreas que también
están estrechamente vinculadas con el desarrollo productivo pero al menos hasta
el presente no hemos conseguido vincular la actividad educativa con el
desarrollo productivo local, ni existen programas dirigidos a la formación de
alumnos con orientación hacia
actividades propias de la zona.
Y
si de la belleza exterior hablamos
pienso que no es preciso hacer grandes obras sino más bien insistir con los medios que sean necesarios
para conseguir un cambio de conducta en los habitantes.
Todos
los dolorenses deberíamos asumir el
compromiso de conservación del estilo
arquitectónico de nuestra ciudad a la manera de los países europeos que
preservan los edificios públicos y frentes de las viviendas a los que
consideran patrimonio de la comunidad.
Debería
cada dolorense ser un celoso cuidador del cumplimiento de las reglas de
destinadas a mantener, conservar y cuidar lo que nos pertenece a todos
los vecinos.
No
es una misión imposible pero sí exige un cambio cultural que involucra a todos
los sectores sociales y en especial a las
autoridades municipales
En
ellas recae la responsabilidad de velar por el cumplimiento de las normas de
planeamiento urbano cuyo fin debe estar dirigido a enaltecer la belleza de
nuestra ciudad muchas veces descuidada
por la falta de control ,por la sensación de que todo está permitido y
principalmente porque no hemos tomado conciencia aún –pero podemos lograrlo –de
la importancia de proteger nuestro
patrimonio cultural.
María Cecilia Repetto