EN EL
COMIENZO HUBO FUEGO (año 2007)
Se dice con frecuencia que todo tiempo pasado fue
mejor, que la gente de antes vivía más tranquila, que era superior su calidad de vida y que con menos se disfrutaba más.
Es cierto que muchas cosas buenas de otras épocas se han ido perdiendo con el
tiempo, sobre todo algunas vinculadas con terreno de los valores pero, seamos francos, la
vida antes no era un lecho de rosas.
Si nos caben dudas de lo que afirmo
revisemos algunos aspectos de nuestros orígenes.
Pensemos, por ejemplo, en las
dificultades que debieron sortear los
primeros pobladores de Dolores hacia el año 1817.
Imaginemos, por ejemplo, a Don Ramón
Lara afrontando los riesgos de ser
atravesado por la lanza de algún indio salvaje mientras delimitaba el
terreno que su amigo Julián Carmona le había donado para fundar Dolores.
Recordemos que la idea de fundar
Dolores no surge de una motivación romántica sino como una medida para freno al avance del indio que en forma
continua amenazaba la tranquilidad de
los pobladores de la zona.
Sus vidas, no nos engañemos, no
eran mejor que las nuestras.
Si bien casi no existían los delitos contra la propiedad entre los vecinos,
la inseguridad era mayúscula ya que el peligro lo constituían los indios que
eran la imagen del terror y la
representación de la violencia.
Aún conscientes de la realidad de
esta situación aquellos valientes pobladores no dudaron en instalarse y
construir en medio de la precariedad y
la escasez las primeras viviendas de
barro y paja.
Claro que
jamás pudieron imaginar la dimensión de la tragedia que les tocaría vivir.
Sucedió en el mes de abril de 1.821
cuando un malón de indios provenientes
de Tandil atacó e incendió Dolores.
Este malón estaba
encabezado por un personaje llamado José Luís Molina quien había sido
capataz y hombre de confianza de Don Francisco Ramos Mejía, propietario de la
estancia de Miraflores ubicada cerca de esta ciudad.
Tiempo antes Molina había estado detenido junto a su capataz por orden del gobernador Martín Rodríguez con quien Ramos Mejía había tenido algunas
diferencias ya que lo acusaba de renegar
de la fe cristiana.
Molina había
podido fugarse y sin otra alternativa partir al desierto donde había trabado
amistad con los indígenas quienes a poco de conocerlo le reconocieron sus dotes guerreras.
Se sumó el resentimiento de Molina contra la
civilización al salvajismo de los indígenas
y resultado de ello nuestro pueblo que en aquel entonces había alcanzado
un aspecto floreciente quedó destruido por completo.
La horda salvaje
cometió todo género de atrocidades ,destruyó todo lo que había a su alcance,
incendió casas, degolló a sus habitantes y tomo cautivas alas pobladoras de
Dolores incluso a parientas de Lara , también de sus correrías obtuvo miles de cabezas
de ganado.
El destino de
Molina desde entonces estuvo condenado a convivir con el sobresalto.
Logró salvar su
vida en varias oportunidades a fuerza de
escapar de la justicia o de ser perdonado por la vía del indulto que le otorgó
el presidente de la Nación Bernardino
Rivadavia.
Incluso su
experiencia y espíritu bravío fueron aprovechados por Rosas a quien le prestó servicios en su campaña y quien le concede
ascensos hasta el cargo de Teniente Coronel.
Pero su muerte en 1.830 lo sorprende de una manera extraña, algunos hablaron de envenenamiento también hubo otros
que dijeron que fue el propio Rosas que
lo mando a matar ya que desconfiaba de su ferocidad.
Recordar esta terrible
historia nos hace replantear aquello de
que todo tiempo pasado fue mejor ,pero al
mismo tiempo nos hace reflexionar en la fortaleza de esos primeros pobladores a
quienes ni el fuego logró arrebatarles su voluntad para volver a empezar aún después de haberlo perdido todo.
Hemos andado mucho
desde aquel sinuoso comienzo pero nada ha sido en vano, Dolores hoy se exhibe
mejor que antes , como una ciudad que puja para superarse y que ,quizá ,signada
por aquella experiencia inicial no se doblega antes las dificultades.
Fue en suma aquella
voluntad de comenzar de nuevo después
del fuego lo que ha permitido que 190 años después podamos conmemorar un nuevo aniversario de la fundación de
nuestra ciudad aspirando a que el bicentenario nos encuentre orgullosos de
nuestro presente y a la altura de quienes construyeron nuestra historia .
María Cecilia Repetto
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