LA VISITA AL MEDICO
Por lo general
nos cuesta ir al médico.
En el fondo uno espera que ese
malestar, ese dolor ,
esa molestia, desaparezcan solas, tal como vinieron.
Pero cuando el deseo no se cumple,
cuando el malestar persiste y la situación empieza a incomodarnos, entonces, ahí, de última,
tomamos el teléfono y pedimos un turno para
una consulta con el doctor.
Yo no sé si los médicos estarán enterados de todo el proceso mental que antecede a su visita, que produce
nerviosismo e insomnio la noche anterior, en algunos casos.
Tal vez no sepan que ese día uno se asea más de la cuenta , que incluso
ensaya una especie de discurso que pronunciará frente al facultativo acerca
de los síntomas que siente, discurso que luego repasará en la sala de espera procurando no saltear detalles que para uno son cruciales pero que el médico en realidad ya los conoce de antemano.
El paciente en la sala de espera es
un ser taciturno y vulnerable; aguarda como
en capilla que la secretaria de voz fina lo llame por su apellido y lo haga pasar. Desea
a toda costa que una varita mágica le
devuelva la preciada salud, tan sagrada
como su libertad.
Muchos son los que van al médico porque les duele el cuerpo pero hay
otros que van porque les duele el alma y les repercute en
el cuerpo; todos sabemos que es así.
Yo creo que el paciente lo que
más desea es que el profesional lo escuche pues cuando la charla es fecunda, el alivio del enfermo es inmediato.
Pero a menudo ocurre , aunque en las ciudades
chicas la realidad todavía es bastante
diferente ,que la persona al ingresar al
consultorio se encuentra con un profesional que denota en su rostro más cansancio o nerviosismo que la del propio enfermo , en otras oportunidades , está demasiado apurado por la infinidad de personas
que lo aguardan ,sumado al teléfono que no para de sonar ,o con demasiados
papeles en su escritorio que debe
completar ,recetarios de medicamentos ,órdenes para estudios ,historias
clínicas que le insumen el
tiempo para hablar o para mirar a
los ojos a su paciente.
Hágase estos estudios y vuelva dentro
de unos días , nos dice el médico mientras abre la puerta de su
consultorio y que pase el que sigue ; y
uno se vuelve a su casa meditabundo , lleno de recetas ,con el
carnet de la obra social en el fondo de
la cartera y con más desazón que antes
de ingresar al consultorio .
Como no extrañar en estas
circunstancias aquel médico de familia
que visitaba los hogares al anochecer, que entraba a paso tranquilo, sigiloso y
que con su mano tibia o su voz pausada suministraba el mejor calmante al
enfermo y a su familia: “Su Consejo “
Sí, aquellos profesionales prestigiosos eran referentes dentro
de su comunidad por sus cualidades
morales además de sus conocimientos médicos. A uno le salía decirles doctores
desde lo profundo del alma.
La medicina ha avanzado
notoriamente en la lucha contra las enfermedades pero al mismo tiempo la ha despersonalizado y vuelto más distante en la relación médico –paciente.
Pareciera que los adelantos científicos
no han podido conciliar esos aspectos
tan elementales y necesarios para recuperar la salud del enfermo.
Recuerdo haber leído hace un
tiempo una proclama
del médico Salomón Schachter , profesor de la Universidad de Buenos
Aires referida a esta realidad la cual decía “ Antes era un médico, ahora soy un
prestador de salud. Solía tener pacientes ahora tengo clientes. Solía efectuar
tratamientos ahora espero autorización para proveer servicios. Solía usar mi
tiempo para escuchar a mis pacientes ahora debo utilizarlo para justificarme
ante los auditores. Solía tener sentimientos ahora tengo funciones. Solía ser médico
ahora sé que no lo soy.
Según este profesor en la medicina actual existe una evidente crisis humana que por un lado ha llevado a formular proezas
técnicas pero al mismo tiempo ha despersonalizado el trato al paciente apartándolo de la relación personal.
Es evidente que el médico hoy en
día se enfrenta con un dilema cual es conciliar su conducta ética y su
vocación con el poder cumplir con todas las exigencias de las actuales empresas
de medicina que pretenden llevar el
sistema de asistencia médica al área de mercado.
Yo creo que la salud de la
población como la educación son cuestiones prioritarias que hacen a la calidad
de vida de un país que debe aspirar a la excelencia de sus profesionales
médicos garantizando una retribución
digna que les permita el ejercicio de su
ciencia sin presiones.
Es importante en estas cuestiones
el papel que desempeña el Estado como instrumentador de las políticas públicas para
que el afán mercantilista no prevalezca frente a la salud de los ciudadanos y
desvirtúe una de las profesiones más humanas,
dignas y de la cual depende el buen vivir de la población.
María Cecilia Repetto
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