VIVENCIAS DURANTE EL
PERIODO DE LA RESTAURACION DE LA DEMOCRACIA
En el año 1.983 cursaba el cuarto año de la carrera de
abogacía.
Al acercarse la primavera comenzó a percibirse en la
Facultad de Derecho de La Plata un ambiente inusual ,que no era provocado por
el cambio de estación sino por la proximidad de las elecciones presidenciales
del 30 de octubre.
Cierto aire refrescante despabilaba el ánimo estudiantil y
nos desafiaba a un cambio de vida.
En el frente del edificio de la calle 41,en sus escalinatas grises y en las paredes amarillas
de la Facultad se superponían, uno sobre
otro, carteles con propagandas políticas de diferentes partidos políticos. La
mitad de la cara de Raúl Alfonsín
se adivinaba sobre un afiche recién colocado con la
imagen de Italo Luder ,entonces candidato por el Partido Justicialista.
En varios rincones de la facultad los chicos de Franja
Morada habían improvisado kioscos donde se reunían todas las tardes para hablar sobre política o repartir
propaganda electoral de la U.C.R.
El espectáculo era novedoso, colorido y audaz para la mayoría de los estudiantes, jóvenes
con vocación pero inexpertos en el arte de ejercitar la política, primerizos en
las prácticas democráticas.
Teníamos, en aquel entonces, alrededor de veinte años.
Pertenecíamos la mayoría a una generación que no había participado
en la denominada guerra sucia ni había sentido en
carne propia el gusto amargo de la represión.
Nada tuvimos que ver con aquello, más la dictadura nos vino
de rebote y marcó nuestra adolescencia con un secundario rígido
en formalismos, modalidad que suelen
imponer los mediocres como forma de ejercer la disciplina.
Salíamos con recelo y
en puntas de pie de aquel período oscuro de miedo y privaciones a las libertades que nos impuso la dictadura militar.
Las elecciones reavivaban las ilusiones de la gente que de a poco se animaba a participar de la
campaña electoral contagiada por el entusiasmo de una minoría que se
multiplicaba cada día.
Se ponía de moda participar ,es cierto,no obstante se nos
había marcado a fuego aquel temor de “meterse en política y terminar
pegado”,algunos comentarios por el estilo se seguían escuchando de vez en
cuando.
Los chicos del interior,por entonces, eramos los menos
audaces- quizá teníamos como prioridad terminar la carrera- continuábamos
nuestra rutina de estudio aunque mirábamos de reojo , ansiosos por tomar parte
en aquella promesa de cambio.
Mil novecientos ochenta y tres fue un año netamente político
en el que se reorganizaron las fuerzas
partidarias.
Se dejaba atrás el miedo y el odio que nos había inyectado
la dictadura militar con su patoterismo y falta de respeto a los derechos
individuales.
Ninguna ciudad del interior quedo ajena de este entusiasmo
colectivo que se manifestaba en los comités a pleno ,en los actos callejeros
multitudinarios y en la cifra record de afiliaciones partidarias
como nunca se había visto en la Argentina.
La gente anhelaba volver a vivir en paz y por entonces Raúl Alfonsín dueño de una
oratoria aguerrida, enfervorizaba multitudes cuando recitaba el preámbulo de la
Constitución Nacional al final de sus discursos de campaña.
No creo que haya habido otro día comparable en estos años
como aquel 30 de octubre de 1.983 ,donde la euforia colectiva colmó plazas , calles y donde más allá del
resultado electoral, abrazó a vencedores
y vencidos un mismo sentimiento de
alegría que producía la recuperación del sistema democrático.
Para muchos de mi generación era la primera vez que
concurríamos a las urnas y el entusiasmo que esto provocaba no se agotaba en la
posibilidad de votar sino en el cambio de vida que implicaba para la sociedad
sacarla del rigorismo y la falta de libertad a las que debió someterse durante
el período militar.
A dos décadas de aquel día memorable reconforta saber
que pese a los tropiezos que hemos
sufrido en estos años, la Argentina
continúa siendo el país de latinoamérica más apegado al sistema democrático
La experiencia recogida en estos años nos ha enseñado que la
indiferencia, el “no te metas “son posturas peligrosas y que la
participación ciudadana es un derecho
y una obligación permanente que cada argentino tiene para
contribuir al fortalecimiento del sistema democrático.
María
Cecilia Repetto
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