La
virtud y el honor, sólo de nombre
existen en el mundo engañador;
un juego la virtud es para el hombre;
un fantasma, no más, es el honor.
existen en el mundo engañador;
un juego la virtud es para el hombre;
un fantasma, no más, es el honor.
José
de Espronceda
Si José Espronceda, el famoso poeta español del siglo XIX , expresaba en aquella época su escepticismo frente al honor de sus semejantes no quiero imaginar que pensaría si posara hoy su mirada en el siglo XXI.
Al igual que el Falstaff,
el burlesco personaje de Shakespeare, para quien el honor era tan solo una palabra sin contenido ; Espronceda ,con vuelo poético , se pronunciaba en el
mismo sentido.
Hay quienes piensan
que el honor no existe , pero también están quienes afirman
que humanamente es imposible
encontrar una persona desprovista de este atributo simplemente porque se trata de un sentimiento casi
instintivo.
Lo demuestra el
hecho de que a lo largo del tiempo han sido infinitas las situaciones en donde la
defensa del honor ha llevado a las
personas a dar su vida en nombre de ella , tema central de la literatura en
todos sus géneros.
En la Edad Media , por ejemplo, el
honor constituía la piedra fundamental del código caballeresco y su pérdida era
equivalente a perder la vida, ya que la importancia de las relaciones sociales
marcaba que un hombre sin honor no era persona.
En la sociedad actual ,sin embargo , su importancia se
ha visto disminuida como consecuencia de
una inversión en la escala de valores en el cual el honor no ocupa un lugar de
preponderancia frente a otros intereses
, como por ejemplo, el afán por
tener dinero o fama que colisionan con éste o que exigen dejarlo de lado con
tal de alcanzarlo en algunas circunstancias.
Jurídicamente se
hace una distinción entre el honor subjetivo que
representa la valoración que cada uno tiene de sí mismo , independiente de las
censuras ajenas y el honor objetivo
fundado en la apreciación que hacen los demás de las cualidades morales
de una persona o ,lo que vale decir ,su reputación o buen nombre dentro de la comunidad donde
vive.
Hablar del honor en la actualidad es difícil porque la moral está cuestionada como consecuencia de la decadencia de los valores que han sido tradicionalmente el sostén de la convivencia social como la honestidad, el valor de la palabra, la confianza, la honorabilidad, la solidaridad, el respeto.
Esta crisis de valores que sufre la
sociedad en general se traduce también en
la escasa importancia que se le da a la honorabilidad como una actitud frente a la vida .
El concepto del honor se ha
diluido frente a otros intereses
que se anteponen en su importancia como ganar fama o dinero rápidamente aunque
ello implique dejar el honor en el camino .
La historia de Roma es un ejemplo elocuente
de los efectos de la decadencia moral de la población .
¿Porqué cayó la
antigua Roma siendo una civilización tan avanzada con leyes bien elaboradas,
justicia, escuelas, etc.?
En realidad no fue producto de un desastre natural ni de
la falta de una organización política sino estuvo vinculada a aspectos
morales.
Según el
historiador romano Sallustius la búsqueda del poder y el dinero derivó
en que los peores elementos de la sociedad subieran a costa de los mejores.
Por otro lado, las virtudes que
durante largo tiempo articularon el imperio romano dejaron de ocupar el eje central a partir del cual se
constituía la convivencia y en forma paulatina se acabó su éxito.
Hubo una época en nuestro país que
se valoraba la dignidad de las personas humildes que con esfuerzo de la familia
costeaban los estudios de sus hijos para que se superaran a través de la
educación y del trabajo.
Fue la época de mayor prosperidad
de la Argentina
cuando reinaba la cultura del esfuerzo y del trabajo como pilares del progreso
social .
Sin embargo ,desde hace un tiempo y
en forma progresiva la sociedad argentina ha ido modificando estos paradigmas
perdiendo en el camino ese norte del progreso verdadero, sustituido ahora por
la creencia errónea de que la dignidad o el honor son bienes de recambio que se
pueden dejar de lado en el camino del éxito o la ambición patrimonial.
Lo que hemos perdido de vista es que
ninguna sociedad puede convivir sino no esta sostenida por las reglas morales que son las que garantizan la armonía social,
que la suma de conductas individuales son las que conforman el comportamiento
social, que la decadencia moral infecta a las instituciones y a sus gobernantes
y que no hay manera de encaminarse hacia el progreso de un país sino es
respetando los principios éticos.
María Cecilia Repetto
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