AGUILA MORA
VISITANTE ILUSTRE
Hay un águila mora en Dolores que se
supone emigró del sur, de algún lugar inhóspito de la patagonia.
No se saben cuales son los motivos que la trajeron hasta acá, ni porqué habrá cambiado su hábitat natural de paisajes con frondosa hierba por uno
tan despojado y sobrio como el que le ofrece nuestra ciudad.
Desde hace un mes se la suele ver en las mañanas de sol, oronda, abstraída,
erguida en los techos de nuestro legendario Cine Gloria, hoy devenido en supermercado chino.
En los días de tormenta su color
plomizo se confunde con las nubes. No la acobarda el frío y ni a los vientos de
agosto. Aún con bajas temperaturas ella nos mira desde arriba con su porte elegante,
displicente, sobrio y tal vez un poco arrogante.
Pero no presume, ella es un ave importante. No en vano se la conoce también con el nombre de “Águila Real”.
Provoca espanto a las devotas palomas de la iglesia, es el fastidio de los teros cuya costumbre ancestral es cruzar en vuelo la plaza de Castelli sin que nadie les entorpezca su camino.
Al fin y al cabo, dirán ellos, que
derecho tiene la recién venida a romperles una tradición que se remonta a los mismísimos
tiempos de la fundación del pueblo.
A esos días en que en estas tierras
vivían apenas un reducido grupo de
familias en modestos ranchos de adobe y paja.
Si han sido sus antepasados testigos sobrevivientes
del incendio de la ciudad que causaron
los indios en 1821 y de todos y cuantos acontecimientos se recuerden de la historia de Dolores.
¿O quienes fueron los que hicieron
nido en la pica donde colgaron al
valiente Pedro Castelli?
¿Quiénes sino los teros son los que
con su “Teru Teru” han amenizado desde antaño
las mañanas en la plaza que hoy lleva el nombre de aquel valiente Revolucionario
del Sud?
¿A qué ha venido esta intrusa a alterar sus hábitos de convivencia con los vecinos de
Dolores?
Pero el águila mora no parece estar
dispuesta a escuchar reclamo alguno, ni de los teros, ni de las palomas que se quejan
como nosotros de la inseguridad.
No parece dispuesta esta ave a reconsiderar por ahora su rumbo, ni tampoco creo que sea su intención inmiscuirse en litigios sobre derechos
territoriales, ni cambiar la historia,
ni alterar las costumbres de nadie.
Lo suyo es algo personal, aunque nos alcancemos bien a interpretarla.
Ella, me parece, solo desea volar en
soledad desplegando sus enormes alas grisáceas y observar el panorama de nuestra ciudad desde arriba como si fuera un ave pensante , como si estuviera en retiro espiritual.
A menudo esta parada en los techos de
la iglesia o en el campanario , de allí en alto vuelo se traslada hasta el Tribunal
o va hasta el parque y en el camino se
detiene en la glorieta de la
Plaza Moreno.
Recorre barrios como si fuera el
Intendente. Hoy casualmente la vi en las cercanías del Club Social , en
la calle Mitre, en la casa de enfrente al
local donde funciona The Custom.
Mucha gente cuando la ve prepara su cámara fotográfica para retratarla porque quieren
guardar el recuerdo de esta visitante ilustre, de esta ave en singular que pese
a su soledad parece sentirse cómoda y acompañada entre nosotros.
Seguramente en poco tiempo el águila
retornará a su morada natural , dejará este paisaje de urbano para reencontrarse
en alejadas colinas con otras aves de su
misma especie.
Mientras tanto nos está deleitando con
su presencia exótica, con ese derroche
de libertad que exhibe en cada vuelo gigante
despertándonos a los dolorenses el
fugaz deseo de convertirnos en
pájaros como ella.
María Cecilia Repetto
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