RECUERDOS DE UN
TORNADO
25 AÑOS DEL TORNADO
EN DOLORES
Me preguntó si estaba en Dolores el día del Tornado y le contesté que sí, que esa tarde estaba con papá
escribiendo a máquina en el estudio.
Le cuento, aunque
no me lo pregunta , que hacía
mucho calor ese día y que por
el color del cielo se veía que se acercaba una gran
tormenta pero nadie se imaginó que presentaría semejantes características.
Le comento que en
realidad al tornado yo no lo sentí porque sus coletazos fuertes los desplegó por
otros barrios.
Que nos enteramos del hecho por un vecino que se acercó para avisarnos.
Media ciudad está destruida! Exclamaba asomando su cara entre la reja de la ventana.
Recuerdo que papá lo miraba al hombre descreído,
incluso me dijo bajito ¿no estará
exagerando .? Nosotros
solo habíamos sentido un viento fuerte
pero nada anormal.
Igual nos fuimos a casa
porque
nos aseguraba que los
daños que había causado el tornado por nuestro
barrio eran serios.
Al doblar por la
calle Rivadavia nos dimos cuenta que el
vecino no exageraba,
El espectáculo nos
dejó mudos y, como tantos, sentí miedo.
Árboles destruidos,
casas sin techos, autos aplastados por troncos, chapas nadando por el agua, etc.
La gente conmovida frente al desastre iba y venía no sabiendo que hacer, angustia,
desesperación, llanto, las manos en la cabeza algunos, otros se tapaban la boca.
La ciudad a
oscuras tuvo su noche más triste.
Le cuento que nosotros
nos sentamos alrededor de la mesa del
comedor a la luz de una vela.
Estábamos apenados, silenciosos, sacudidos pero estábamos
todos juntos y en esas
circunstancias uno valora “esos simples detalles “que tal vez en días comunes pasan inadvertidos. Era una noche de tristeza pero creo que cada dolorense en su
fuero íntimo celebro la vida y minimizó las pérdidas materiales.
Me conmueve este
recuerdo y él entonces trata de sacarme de esa escena.
Me pregunta cuando
fue lo del tornado y le respondo que hace 25 años, que ocurrió el 25 de noviembre
de 1985.
Le digo, aunque no
me lo pregunta, que 25 años no es demasiado como medida de tiempo de un pueblo.
Si lo es en la
medida de los cambios que ha tenido el mundo en éstas últimas dos décadas.
Le cuento, porque
él es joven,que en aquellos tiempos la gente podía vivir sin computadoras y sin
celulares. Era otro el estilo de vida
.No se paralizaban las actividades por la falta de Internet.
Nuestra ciudad se
recuperó pronto del desastre y demostró fortaleza para enfrentar las adversidades.
Sin embargo, el crecimiento de nuestro pueblo siempre ha caminado a ritmo lento, quizá porque
nuestra idiosincrasia se identifica más con la parsimonia que con el
apresuramiento.
No se compadece, me dice, con el ritmo mundo actual donde todo es vértigo, como el
tornado.
Le digo, aunque ya
lo estoy aburriendo..., que veinticinco
años no son muchos para un pueblo pero sí en la vida de las
personas que habitan en él.
Suficientes como
para que la mitad de la población actual
solo tenga referencias del día del
tornado a través de sus padres o
abuelos.
Pero los que
estuvimos allí presentes guardamos de
aquella jornada triste un recuerdo inolvidable.
Fue un día, le digo
para finalizar , en que la ciudad entera
se abrazó para llorar su pena pero al
siguiente enjugó sus
lágrimas y se dispuso a trabajar en su recuperación.
María
Cecilia Repetto
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