¿EL FIN DEL CAUDILLISMO?
Cuando los congresales de
Tucumán reunidos el 9 julio de 1.816 asumen
la decisión de independizarse de España apenas
estaban dando el primer paso para comenzar a diseñar las bases de una nueva
nación.
Era un gran desafío, nadie lo niega, ya no
nos gobernaría un delegado del rey, se había decidido cortar la dependencia
económica y política que nos unía con España pero para alcanzar la Organización Nacional y ponerse de acuerdo
en la forma de gobierno hacía falta atravesar
un largo período de conflictividad interna y externa que se prolongó hasta el año 1853 cuando se
sanciona la Constitución Nacional.
Fue éste el período de
surgimiento de los caudillos provinciales que se
transformaron durante muchos años en el único poder real dentro del territorio al cual pertenecían.
Muchos de ellos fueron gobernadores, otros
fueron personajes
influyentes que tenían el apoyo de los sectores populares y
defendían los intereses de sus provincias
desafiando al gobierno central.
El rasgo común a todos ellos era
su fuerte personalismo y el poder intimidante para gobernar dentro de un territorio donde no existían reglas formales. Su carácter autoritario , la mano dura que no dudaban en aplicar cuando
consideraban necesario y el temor reverencial que inspiraban fue el sello que caracterizó a los
caudillos de todas las épocas ,cualquiera
fuera su orientación ideológica , federales
y unitarios, liberales ,conservadores.
Entre otros podemos mencionar a
Facundo Quiroga, Estanilao López, Juan Manuel de Rosas, Martín de Güemes.
Si el surgimiento del
caudillismo en la Argentina fue un
emergente de las circunstancias históricas en el período previo a la Organización Nacional es
algo que puede comprenderse dentro de una nación incipiente , pero las razones de su
permanencia en el tiempo responden a
otros motivos que deben llamarnos a la reflexión.
En primer lugar mucho ha tenido que ver la inmadurez o debilidad de un pueblo que aceptó someterse a las órdenes de un
cacique sin oponerse a su “elevado” criterio para mandar. Estas razones lo han
llevado a Claudio Bunge a expresar
que la base del caudillismo en la Argentina se encuentra en la “pereza criolla”, en la
dejadez de un pueblo que quiere liberarse de la pesada carga de la
responsabilidad de sus actos y aunque el caudillo (cacique) sea un mandatario
elegido por su pueblo no gobierna por elección política y por lucha de ideas
sino por su poder sugestivo, por la apatía de los hombres y por la inercia de
las cosas.
El caudillismo fue una realidad histórica inocultable a la que suelen asociarse,
no siempre con justicia, los términos de ignorancia y barbarie. Algunos caudillos ejercieron el poder de
manera feudal, propietarios de estancias y amos omnímodos de sus provincias y
principales beneficiarios del sistema que decían representar.
Comparativamente se trata de una realidad que no se observa en los
países más avanzados con una población
educada y gobiernos cuya misión es
administrar la cosa pública sin mayor peso e importancia que el de las atribuciones que le otorga la Constitución
de su país.
Desde la recuperación de la democracia hasta hoy el personalismo presidencial
ha definido una forma de hacer
política que ahora aparenta tomar un giro desde la llegada de Mauricio Macri al poder.
Macri no representa al tipo de líder político al que estamos
acostumbrados a ver los argentinos. No trae un “relato” ni exhibe un estilo mesiánico.
Su estilo de gobernar de acuerdo
a lo que se ha podido observar en estos meses consiste en un trabajo en equipo
, dialogando ,intercambiando opiniones y
distribuyendo tareas como uno más del conjunto y no el personaje central.
Si esta manera de ejercer el poder
es garantía de éxito por supuesto que no lo podemos predecir, pero sí nos anuncia la
presencia de algo nuevo dentro del escenario político que se distingue de las
décadas de verticalismo presidencial, la posibilidad de salir del caudillismo, del puntero y mandamás de la
política que solo han retrasado el crecimiento, tal vez porque precisamente en
el retraso y la ignorancia del pueblo aniden
las razones de su vigencia en el poder.
Al haberse cumplido doscientos años desde la Declaración de la
Independencia creo que esta nueva manera de gobernar puede constituir un
valor agregado a nuestra democracia que
necesita ser reforzada por instituciones sólidas y confiables a cargo de funcionarios
dignos y eficientes.
El hartazgo social que han provocado las imágenes de ilícitos cometidos
por funcionarios públicos y personajes
ligados a las altas esferas del poder durante del gobierno anterior han logrado
que la ciudadanía tome conciencia de la importancia de la administración de la
justicia y del buen funcionamiento de las instituciones republicanas.
Por esta razón ,más allá de la
indignación que nos produce
enterarnos cada día de un nuevo
escándalo de corrupción que se descubre y pensar en las necesidades que quedaron sin cubrir por
el manejo ilegal de los fondos debemos celebrar
el “despabilamiento “ de la sociedad que
a mi juicio marca un antes y un después en nuestra historia argentina.
Precisamente este cambio de
actitud más participativo que exhibe
la ciudadanía resulta a mi juicio lo más positivo que ha
ocurrido en los últimos tiempos al
brindarnos con su compromiso de lucha contra la impunidad mayores posibilidades de dejar atrás las
viejas prácticas de la política que han frenado el progreso del país.
María Cecilia Repetto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario