lunes, 12 de septiembre de 2016
LOS DILEMAS DE UN HOMBRE FRENTE A LA INSEGURIDAD
El médico de la localidad de San Martín que el pasado 27 de agosto mató de cuatro balazos al ladrón que pretendía robarle el auto a la salida de su consultorio nunca imaginó que cinco minutos serían suficientes para hundirlo en un dilema existencial.
El destino, sino la casualidad , fueron responsables del aciago encuentro entre el Doctor Villar Cataldo y un muchacho de 24 años que completaba su oficio de cartonero con otra actividad, potencialmente más lucrativa pero de mayor riesgo , detalle esencial que el joven tal vez no previó o subestimó y terminó costándole la vida de una manera trágica e indeseada.
Era de noche cuando el Doctor Cataldo después de haber atendido al último paciente se subía a su vehículo de regreso a su casa. Hasta entonces todo daba la apariencia de ser un día normal excepto por lo que sobrevendría instantes después.
Durante la tarde , tal vez a la misma hora en que el médico auscultaba el corazón a su primer paciente o le recetaba el medicamento para la presión al segundo de ellos ,o le formulaba recomendaciones a una anciana del barrio ,quien sabe, en la casa precaria de un barrio pobre un joven a quien las cartas del destino no le salieron buenas ,preparaba su arma de trabajo ,es decir ,su revólver , para salir a buscar una nueva víctima de sus atracos ni bien cayera el sol .
Coincidieron en el tiempo, el médico que se retiraba de su consultorio y el ladrón que justo pasaba por ese domicilio. “Ese “ habrá dicho para sus adentros el delincuente , mientras se erguía para acomodar la pistola en el bolsillo de atrás de su jean gastado y se subía la capucha del buzo de algodón para esconder su identidad .Tenía oficio , sería cosa de unos minutos ,un golpe de culata al viejo , un empujón ,una palabrotas intimidatorias ,el dame todo o te mato y violín en bolsa . En un par de minutos estaría con el auto ajeno y alguna otra cosa que pudiera arrebatarle satisfecho en la casa de su madre quien como cada tarde lo esperaba con el mate y una complaciente sonrisa.
Ya conocemos el desenlace , el final invertido , el silencio mortal , el detalle que el ladrón no tuvo en cuenta si es que se representó la escena : un arma escondida en el cantero que un médico frío por los gajes del oficio, prevenido y atemorizado no dudó en utilizar casi instintivamente en su legítima defensa.
¿Fue casualidad o causalidad el episodio que derivó en la muerte del asaltante?
En la vida de todos los seres humanos hay un amplio margen de imprevistos, hechos que no tenemos en cuenta, ni podemos imaginar y que sin embargo potencialmente pueden torcer el curso de nuestro destino.
Hasta entonces la vida del médico a quien conocimos a partir de este acontecimiento había sido sencillamente ejemplar y caprichosamente contrapuesta a la del joven a quien asesinó el día del asalto. Su origen humilde no había sido obstáculo para trabajar y estudiar hasta recibirse de médico y poder llevar tras años de esfuerzo una vida más cómoda para él y su familia .
Sin embargo , una conducta extraña, emergida de lo más profundo de su ser lo empardaba ahora con su víctima, lo rebajaba a la condición de homicida trastocando hasta sus bases los principios rectores de su vida.
Su desasosiego de hoy es comprensible tanto como el sufrimiento de la madre del ladrón por la pérdida de su hijo.
Probablemente el médico hubiera actuado de manera menos violenta de no haber sufrido antes situaciones similares que le habían llevado a tomar recaudos para protegerse.
Probablemente la reacción hubiera sido diferente si no existiera la sensación de insuficiencia por parte del Estado en su deber de proteger a los ciudadanos.
Probablemente, también, el muchacho hubiera tenido una vida mejor en un entorno que le ofreciera mejores expectativas .
Tal vez lo que sucedió en este caso podría definirse como la consagración de la ley de la selva.
El ladrón que como un animal salvaje salió a buscar una presa fácil y la reacción del médico que se defendió con uñas y dientes, de manera instintiva aunque en su inconsciente ya anidaba la idea de que si no era el por sí mismo nadie lo defendería.
Entonces frente a un espectáculo como el sucedido que nos ha llamado la atención por su final más que por su principio la sociedad en su conjunto debe exigir a las autoridades que son las encargadas de proteger a la gente y preservar el orden social que den respuestas asertivas para que la inseguridad y la violencia dejen de cobrarse víctimas cada día.
Hace un tiempo el Estado facilitó la propagación de la delincuencia, fue cuando el trabajo dejó de ser la herramienta con la cual debían salir adelante las personas. Fue cuando la educación se devaluó en su importancia. Fue cuando se dejó de aplicar la ley y comenzó a reinar la impunidad para los que delinquen.
Proliferaron los subsidios como un remedio para paliar la crisis que aún con buenas intenciones se convirtieron en muchos casos en una adicción peligrosa tanto como las drogas que comenzaron a consumir cada vez más chicos y en edades más tempranas.
Para que no sigan multiplicándose estas situaciones es urgente buscar los mecanismos para contrarrestar la inseguridad que impide a la gente vivir en la normalidad .Es necesario para ello brindar un horizonte de progreso a todos los ciudadanos para que sea el trabajo y no la delincuencia el camino que toman muchos jóvenes frente a la frustración por la ausencia de expectativas. Si no ponemos un límite y permitimos que impere la ley de la selva la convivencia social se tornará cada día más difícil y angustiante.
María Cecilia Repetto
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