TREINTA AÑOS DE UN ACONTECIMIENTO INOLVIDABLE
Cuando Raúl Alfonsín obtuvo el triunfo electoral el 30 de
octubre de 1983 la emoción de los argentinos excedió a la cuestión partidaria.
No se trataba de la victoria de un partido político, triunfaba el pueblo
argentino y su deseo de dejar atrás los
años oscuros de la dictadura.
Fue aquella una jornada única
e inolvidable que involucró a toda la
ciudadanía más allá de sus preferencias partidarias.
Para muchos era la primera vez
que accedían al derecho de elegir a sus representantes, para otros fue recuperar su condición de ciudadano de la república y
volver a gozar de las libertades
garantizadas en la Constitución
Nacional.
No creo exagerar si afirmo que
fue el acontecimiento más importante de las
últimas décadas ocurrido en nuestro país.
No obstante ello, las evocaciones al haberse
cumplido treinta años de ejercicio ininterrumpido de la soberanía popular y del Estado de
Derecho no han tenido la repercusión esperada
y en su mayoría estuvieron
impulsados por el partido radical ,triunfante en aquellas elecciones.
Una verdadera pena a mi modo de
ver pues era la oportunidad ideal para que los argentinos nos uniéramos para
celebrar la plena vigencia del sistema
democrático y también para acercarnos en
la búsqueda de coincidencias de las
soluciones que hoy necesita el país para superar sus serios problemas.
Cuando Raúl Alfonsín asume la
presidencia de la Nación plantea tres criterios rectores para su acción de
gobierno que consistían en resolver la emergencia; consolidar el poder
democrático y crear las bases para un período prolongados de estabilidad,
justicia y desarrollo.
Así lo había anunciado en su
plataforma electoral y hacia allí
orientó sus políticas que procuraban la
transformación de una sociedad desgarrada por la opresión luego de diez años de
dictadura.
En aquel momento de desazón
social se sentía cada vez más fuerte el clamor popular que pedía la vuelta a la
vida democrática, el regreso de la legalidad y a la vigencia del Estado de Derecho.
Raúl Alfonsín, el candidato de la
Unión Cívica Radical, supo interpretar el deseo del pueblo argentino y fue elegido por una amplia mayoría para
timonear la nave de la república con la Constitución Nacional como hoja de ruta.
Fue inolvidable aquel acto de
cierre de la campaña de Alfonsín, el fervor de la gente cuando al final de su discurso se preguntó,
por qué marchamos, por qué luchamos, y se respondió recitando párrafos del
Preámbulo de nuestra Constitución:” luchamos para constituir la unión nacional,
afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común,
promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para
nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran
habitar el suelo argentino.”
Creo que en ese momento muchos
sentimos que su triunfo electoral estaba
cantado.
En aquel entonces en un artículo
en el diario El Clarín el escritor Jorge
Luis Borges hacía el siguiente comentario:
”Lo que fue una agonía puede ser una resurrección. La clara luz de la vigilia
nos encandila un poco. Nadie ignora las formas que asumió esa pesadilla. El
horror público de las bombas, el horror clandestino de los secuestros, de las
torturas y las muertes, la ruina ética y económica, la corrupción, el hábito de
la deshonra, las bravatas, la más misteriosa, ya que no la más larga, de las
guerras que registra la historia. Sé harto bien que este catálogo es
incompleto. Tantos años de iniquidad o de complacencia nos han manchado a todos.
Tenemos que desandar un largo camino. Nuestra esperanza no debe ser impaciente.
Son muchos e intrincados los problemas que un gobierno puede ser incapaz de
resolver. Nos enfrentan arduas empresas y duros tiempos. Asistiremos,
increíblemente, a un extraño espectáculo. El de un gobierno que condesciende al
diálogo, que puede confesar que se ha equivocado, que prefiere la razón a la
interjección, los argumentos a la mera amenaza. No estaremos a merced de la
bruma de los generales. La esperanza, que era casi imposible hace días, es
ahora nuestro venturoso deber. Es un acto de fe que puede justificarnos",
concluía Borges.
A treinta años de aquel histórico
acontecimiento son muchas las reflexiones que se suscitan.
En primer lugar resulta
satisfactorio observar la solidez del sistema democrático como forma de
gobierno y en tal sentido las recientes elecciones legislativas que se han
desarrollado sin alteraciones en todo el país han sido una muestra de ello.
Pero al mismo tiempo hay que
agregar que la democracia no se agota en el acto electoral .La democracia es
una forma de vida y de convivencia de los pueblos en un marco de libertad,
igualdad y justicia.
Bajo este concepto hoy podemos
afirmar que si bien es mucho lo que se ha avanzado en el país , mucho también falta para poder decir que vivimos en una país auténticamente
democrático y republicano.
Para alcanzar esta meta debemos esforzarnos
más para combatir la creciente corrupción, para mejorar el funcionamiento de la
justicia, para luchar contra la
inseguridad y el alarmante crecimiento del narcotráfico, para mejorar la educación pública, para reducir
los índices de pobreza, para afianzar el federalismo debilitado por predominio
del poder central.
Se trata de una tarea ardua que
debemos emprender entre todos pues no solo le compete a los actuales
gobernantes quienes sí tienen la máxima responsabilidad de orientar sus
políticas hacia los asuntos prioritarios
de nuestro país.
Hoy a treinta años de vigencia ininterrumpida
de la democracia urge que nos unamos en
un debate de ideas en el cual participen todos los actores sociales para
encontrar el camino de salir adelante
y poder decir sin temor a
equivocarnos que vivimos en un país auténticamente republicano y federal.
María Cecilia Repetto
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