POR ENCIMA DE LAS LEYES
La situación es fácil de representársela. Un
automovilista va circulando por la ruta o por una calle cualquiera y de repente debe detener su marcha ante una señal de “Alto “que le realiza un agente de tránsito.
Seamos sinceros , cuando estos nos ocurre a todos nos perturba ; como mínimo no hace fruncir
el ceño y hasta nos hace balbucear para nuestros
adentros algunas maldiciones hacia
el agente y familia a quien no conocemos.
Siempre ajeno a nuestra impaciencia el
policía nos solicita en estas ocasiones la documentación correspondiente :cédula verde, carnet de
conducir, seguro y también revisa : luces ,frenos, balizas y matafuego en el
vehículo si anda con tiempo y ganas de efectuar un control más minucioso .
Las vueltas de la vida, porque uno siempre tiene los papeles en regla, justo ese día salió apurado y olvidó arriba de la mesada de la
cocina el carnet de conducir o en el bolsillo del pantalón que se cambió para
viajar la cédula verde y no va que a uno lo detienen justito para pedirle las cosas que no tiene encima.
Y la verdad es que aquí la suerte, y si no la multa, dependerán del
arte que cada uno exhiba para ganarse la empatía o la
indulgencia del policía para lo
cual es frecuente apelar a las más exóticas
excusas o al recurso de inspirar lástima
al buen oficial que nos dejará pasar la falta por esta única y última vez….
Nuestra viveza criolla, pues para eso somos argentinos, ha dado abundante material a la literatura colmada de anécdotas sobre esa
inclinación tan propia como innoble de
tratar de esquivar la ley, de hacer trampa, de chapear, aunque seamos conscientes que allí comienza la raíz de nuestra decadencia.
Las ha descripto muy bien Marco Aguinis en su libro” El Atroz encanto de ser
argentino” y mucho antes José Hernández en su Martín Fierro, entre otros.
En cuanto al episodio que ha
salido a la luz en estos días que
involucra al dirigente político Juan Cabandié es una manifestación agravada
de la legendaria inconducta argentina, de esa concepción de que la ley
puede eludirse sin serias consecuencias al infractor sobre todo si se
trata de una persona con poder político y con influencias suficientes como para
evadir las normas.
Es agravada y por ello ha
provocado el repudio de la opinión pública por la actitud
prepotente y desmesurada que tuvo el legislador porteño en donde no vaciló
en utilizar los más tristes argumentos
como el de su condición de ser hijo de padres desaparecidos frente a la inspectora de 22 años que solo le solicitaba el pago del seguro de su
vehículo en la forma reglamentaria.
Debió el joven dirigente haber
dado el ejemplo y llevar las cosas en
regla o al menos haberse comportado decorosamente teniendo en cuenta de que se trata nada menos del candidato a primer diputado
en la provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria.
Triste paradoja es el hecho que quien se postula para hacer las leyes sea
quien se enoja y patalea porque alguien le controla su cumplimiento .
A Cabandié se le fue la mano y apenas ensayó unas tibias disculpas que no
alcanzan a convencer a nadie; alguien dijo que se emborrachó de poder, habrá que preguntarse entonces de
quien ha sido la culpa.
Sucede que su caso no ha sido un hecho aislado sino una expresión más de
una forma autoritaria de conducirse
políticamente que muchas veces se le ha
reprochado al kirchnerismo y que en este
triste episodio se ha puesto de manifiesto.
No obstante ello, hay algo más profundo que debemos replantearnos como
sociedad y es nuestra típica tendencia a esquivar la ley.
Ese defecto de fábrica que tenemos los argentinos es el que necesita urgente “un correctivo “.
La pregunta que cabe hacerse es si será posible superarlo o para que
esto ocurra deberíamos nacer de nuevo.
María Cecilia Repetto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario