¿FESTEJAR A PESAR DE TODO?
No siempre las cosas son como uno
espera y mucho menos uno las desea.
Nos sucede en la vida personal y
también ocurre en otras esferas.
Hace pocos días, por ejemplo, se
cumplieron treinta años desde la Recuperación de la Democracia en la Argentina.
Lo deseable hubiera sido que una ocasión como ésta nos hubiera encontrado a los argentinos en mejores condiciones de desarrollo
económico, cultural, sanitario e institucional.
Que los treinta años
transcurridos no solo hayan sido de años
permanencia dentro un sistema político que,
enhorabuena, nos ha permitido elegir a nuestros representantes cada cuatro
años.
Nos hubiera gustado que estos
treinta años hubieran servido para avanzar en la búsqueda de los ideales de libertad,
justicia e igualdad que se aspira conseguir a través de la democracia
Pero la verdad es que cuando uno
se pone a analizar lo qué hemos realizado
en los últimos treinta años para
alcanzar estos objetivos descubre que son muchas más las asignaturas pendientes
que los logros alcanzados.
Que aunque se pretenda
disimularlo las celebraciones por los
treinta años de democracia son en realidad celebraciones a medias porque el país
ha logrado subsistir dentro de un
sistema de gobierno pero no hemos conseguido
mejorar la calidad de vida de la
población ni tampoco consolidar nuestro
sistema representativo, republicano y federal tal como lo establece la
Constitución Nacional.
La revelación de ello lo brindó
el propio escenario que se vio el pasado 10 de diciembre con un país que exhibía en simultáneo realidades totalmente diferentes.
Los serios conflictos
sociales en las provincias de Córdoba
,Tucuman,Salta agravados por la
falta de intervención de la policía acuartelada por sus propios reclamos salariales brindaban un panorama sórdido y
desconcertante de un país en llamas que estaba más para velorio que para festejos.
A pesar de todo en la Plaza de Mayo de la Ciudad de Buenos Aires los
shows musicales con bandas, cantantes populares y grupos de baile parecían
transmitir el mensaje de que aquí no pasa nada.
Mucho se ha reprochado en estos
días la actitud de la presidenta de la Nación de no suspender los festejos y de
bailar al compás de los tambores como
queriendo minimizar el drama que ese
mismo día estaban viviendo muchas familias argentinas víctimas de saqueos y de
actos de violencia que provocaron casi una docena de muertos.
Frente a un escenario tan dispar
era lógico preguntarse ¿Será que hay que
festejar la ficción de un país que no tenemos?
¿Será que hay mirar para un
costado y tapar bajo la alfombra los
problemas para que otro o tal vez
nadie los resuelva?
¿Será como han querido sugerir
que hay que aplaudir a pesar de todo?
En el plano personal, sobre todo
en esta época de fiestas nos ocurre que
a veces
estamos para festejar y otras que,
por diferentes razones, ya sean problemas laborales, de salud o conflictos familiares
la situación ni el ánimo dan para festejos.
Y la verdad es que si uno se pone
del lado de las víctimas y de sus familiares, si uno se compadece con ellos no
parece solidario seguir la fiesta pues frente
al dolor.
En cuanto a nuestros gobernantes ,ellos
deben dar el ejemplo ,colocarse al lado de los que sufren y ocupar su
tiempo en ellos.
A mi juicio hay conductas
que debemos modificar si queremos
sacar el país adelante.
Esas conductas tienen que ver con
la visión de conjunto, de dejar de lado el egoísmo, la corrupción y la
mentira y ponerse a trabajar en la construcción
de un país como el que todos merecemos.
Muy poco nos falta para terminar
el año .Son momentos de reflexión, de balances y de expresar nuestros deseos.
Precisamos la ayuda de Dios para
resolver los problemas sociales más urgentes, para salir de esta crisis inmerecida,
para que nuestro país se ponga de pie
nuevamente, para que no se hable más de pobre o empobrecido en un país colmado
de riquezas naturales.
María
Cecilia Repetto
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