LA ALEGRIA DEL BICENTENARIO DE DOLORES
Escuchar la charla de los grandes en las mesas
familiares era lo corriente en una época, a
la cual pertenezco, en donde los chicos se quedaban en sus sillas
y guardaban silencio mientras hablaban los mayores.
Pese a lo rígidas que pueden parecer hoy aquellas costumbres en lo personal me gustaba participar de esas reuniones en especial cuando se contaban anécdotas de nuestra ciudad de Dolores.
Me llamaba la atención en aquel entonces la
facilidad que tenían los grandes para recordar detalles de la vida de este pueblo
,para saber los nombres de los integrantes de familias dolorenses , el barrio donde vivían, quienes eran sus
parientes , quienes sus vecinos
, donde trabajaban y otros pormenores de su vida cotidiana. Recuerdo que en
el medio del relato siempre alguien interrumpía levantando la mano para agregar algún dato que los demás desconocían.
Yo los observaba callada preguntándome como harían estos fenómenos para
saber tanto, quién les habría enseñado la historia local, admirando la forma
apasionada con que, como piezas de rompecabezas, armaban completos los árboles genealógicos de las familias dolorenses.
Pero ahora que he llegado a la edad de aquellos a quienes me gustaba escuchar desde el otro
extremo de la mesa y al verme también ocupando la cabecera y en similares circunstancias , haciéndole anécdotas viejas de Dolores a mis hijos ,indagando en las ramas de una familia
en una reunión de amigos , en donde siempre está el que rectifica y el que recuerda el detalle que faltaba, una
fecha , el barrio donde vivían o lo que fuera y así y asá y esperá que
tengo el nombre en la punta de la lengua, en fin , ahora comprendo que la
razón por la que aquellos ,mis viejos ,mis tíos o mis abuelos , sabían tanto
era muy clara y simple: Lo sabían por haberla vivido, por pertenecer, por
transitar las calles, por el mero transcurrir de la vida y por ser ellos mismos parte de ella .Y así , de andar y transcurrir se han ido hilvanando unas con otras las historias de muchas generaciones de dolorenses.
Sucede que nuestra ciudad de Dolores, querido lector de El Tribuno,
es la suma de lo que hemos sido, de lo que hemos hecho o dejado de hacer desde que alguien puso el primer pie en estas tierras
llanas, celebró la primera misa hace
doscientos años, delineó las primeras calles y marcó el terreno sobre las
cuales se erigiría la plaza principal.
Dolores comenzó a escribir su historia
cuando unos cuantos gauchos se animaron, vaya coraje o quizá no les
quedaba otra, a instalarse en esta zona amenazada por el indio , desprovistos
de todo lo que podría llamarse comodidad, bajo la consigna impuesta por las
políticas de gobierno de que había que poner un freno al avance del indio y
correrlos de la línea de frontera.
Lejos estaban los de aquella generación de ponerse a reflexionar en el detalle de la integración, en los derechos de los nativos,
en replantearse, acaso, quien era el apropiador y quién el expropiado.
El tiempo le fue abriendo el camino al progreso permitiendo que ese rancherío se fuera poblando con nuevas familias y así llegó hacia 1834 la primer maestra Doña Manuela
Butierrez dispuesta a enseñar las primeras letras a los alumnos
dolorenses dando comienzo a una actividad que le otorgó a nuestra ciudad reconocimiento y
prestigio entre los pueblos de la zona .
Somos desde entones todo lo que hemos construido de generación en
generación , somos los sobrevivientes de un pueblo incendiado por los indios y reconstruido en 1831 , somos
la Revolución del Sud de 1839 , somos el Departamento Judicial del Sud creado
en 1874 , somos la inmigración que fomentó Sarmiento en 1868 y todas las oleadas inmigratorias que
llegaron después a Dolores aportando sus costumbres , su cultura del trabajo y
las productivas quintas con variedad de frutales , somos el impulso prometedor de la educación que
brindaron las Maestras de la Escuela Normal ,somos también la consecuencia del tornado y las inundaciones que demostraron la solidaridad y la fuerza para sobreponerse de nuestro pueblo .
Somos, en suma, el resultado
de lo que hicieron o dejaron de hacer a lo largo de doscientos años ocho generaciones
de dolorenses.
Por todo esto cuando pase la efervescencia
de los festejos del Bicentenario , cuando se apaguen las luces de los espectáculos,
cuando se hayan retirado los invitados , pagadas ya las cuentas de la fiesta, sería
bueno juntarnos los de entrecasa, para conversar y preguntarnos por ejemplo ,qué
hemos hecho los hombres de nuestra generación .
¿Habremos hecho lo suficiente para crecer, para progresar para dejar
una ciudad de puertas abiertas a las futuras generaciones o nos hemos
conformado con hacer lo indispensable?
Cumplir 200 años es motivo de
celebraciones pero por encima de ello es una fecha convocante para unir a toda la comunidad
en un proyecto superador
que tienda a
mejorar salud pública, elevar el
nivel de la educación y crear fuentes nuevas
de trabajo para las generaciones de hoy
y las que se instalen en el futuro en Dolores .
MARIA CECILIA REPETTO
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