VIVIR LA PRIMAVERA
Sandro Botticelli, uno de los más grandes
artistas del Renacimiento, hacia el
año 1480 pintó la
famosa obra “La primavera “que
actualmente se expone en la Galería de los Oficios de la ciudad de Florencia.
Si bien existen diversas interpretaciones sobre su significado no hay dudas
de que el famoso italiano imaginó un
escenario de gran belleza y colorido para pintar la primavera representada en la imagen de la diosa Venus acompañada de su hijo Cupido, el dios del amor,
en un prado donde se observan vegetales
y flores silvestres.
Al igual que Botticelli, artistas de todos los tiempos se han sentidos
inspirados por la primavera bautizándola como la Estación del amor, de la juventud o del optimismo, resaltando su energía
renovadora y el poder transformador que genera en todos los seres vivos su advenimiento.
Precisamente por esos comprobados efectos benéficos que se advierten a simple
vista pensaba en la falta que nos está
haciendo a todos argentinos vivir una primavera.
Me refiero a la primavera en un
sentido amplio, más allá de la cuestión climática, más allá del cambio de
estación y el reverdecer de los parques.
Hablo de la idea de mejorar el clima social, a la posibilidad de cambiar
de actitud para sobrellevar la cantidad de problemas que desde hace tiempo nos abruman:
los incesantes casos de inseguridad, las denuncias de corrupción que nunca se
acaban de terminar, las dificultades económicas que sufre un alto porcentaje de
la sociedad, la crisis energética, etc, a sabiendas que la solución de los mismos no será rápida ni sencilla.
No digo florecer porque imitar a la naturaleza sería pretencioso pero sí
servirnos de su ejemplo por lo que nos sugiere, la idea de superación, de
renacimiento, de llegar a la costa de la
plenitud después de atravesar un mar de tormentas.
Cómo se mejora el clima social,
es una pregunta difícil de contestar .Todos
sabemos que las fórmulas mágicas
son engañosas y que no debemos
aferrarnos a ellas. Sin embargo existen mecanismos para abordar ese camino y una de las formas de lograrlo es descartando las conductas de enfrentamiento
de unos contra otros.
El bienestar de un país, ya los han demostrado quienes han alcanzado buenos niveles de crecimiento, solo es posible con una sociedad unida
trabajando por el progreso global dejando de lado las actitudes mezquinas y buscando puntos de unión en caso de disidencia.
Muchas veces esperamos que el Estado resuelva todos nuestros problemas
pero la verdad es que las recetas
mágicas no existen y ningún plan de gobierno podrá tener éxito si no hay un
acompañamiento de la sociedad, más allá de quien nos gobierne.
Hay señales que demuestran que una gran parte de la sociedad tiene en
claro está consigna y está dispuesta a colaborar por el bien del país ,incluso
muchos sectores de la clase política que aún en disidencia con las políticas de
gobierno han advertido la importancia
de trabajar en la búsqueda de objetivos
que se traduzcan en el crecimiento del país ,en la necesidad de que sus críticas sean constructivas y de la importancia de asumir su
compromiso con el país por encima de sus intereses partidarios .
Tan importante es ello como la lucidez del gobierno para atender a
quienes reclaman mayor sensibilidad
social de manera de no agobiar, en especial a los sectores más desprotegidos,
exigiendo más de lo que pueden dar o
llevándolos al límite de sus posibilidades.
Algo nuevo y saludable provoca la primavera en todos los seres vivos,
un llamado a la sensibilidad para dejar
de lado la hostilidad y procurar el acercamiento.
Una oportunidad ¿Tal vez? Para cambiar el ánimo, de manera de
predisponernos mejor para hacer frente a los conflictos que nos perturban, para
remover los obstáculos y superar las diferencias.
No imagino un mundo sin primavera, sería como pensar en una vida sin ilusiones,
sin dulces esperas.
Como diría Pablo Neruda: “Podrán cortar todas las flores
pero no podrán detener la primavera” En efecto, la primavera es una construcción
colectiva , una invitación a levantar las barreras que nos separan y tender puentes
de amistad y solidaridad.
María Cecilia Repetto
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