sábado, 15 de octubre de 2011


 

LA DIFICIL TAREA DE ELEGIR EL REGALO A MAMA 15-10-2011

 

 

Es viernes por la tarde  y  liberada ya de  mis obligaciones laborales  regreso  a casa por el mismo camino donde de tanto pasar   se está  formando un sendero.

 

Antes que anochezca quisiera comprarle el regalo a mamá para entregarle el domingo en su día pero me retrasa el hecho de no saber muy bien que cosa pudiera gustarle o hacerle falta.

 

Una posibilidad , pensaba hoy por la mañana ,  sería regalarle un  lavarropas automático , con esto seguramente la sorprendería , por otro lado algún comentario me hizo  hace unos días respecto a que el suyo estaba muy viejo, “que era de la época en que vivía tu padre” , fueron tal cual sus palabras, lo recuerdo bien.

 

Otra alternativa que me ha estado rondando en la cabeza es regalarle una computadora porque no tiene y  , quien sabe digo yo ,  tal vez la entretendría al tiempo que la obligaría a  incursionar en  algo nuevo .

 

Uno nunca debe pedir opiniones cuando no quiere recibirlas.

 

Les comento a mis hijos  que casualmente han venido a pasar el fin de semana por los mismos motivos   y mis ideas fueron masacradas.

 

El lavarropas, según ellos, no tenía sentido, ya que ella no necesita algo tan grande  y menos la computadora pues  a la abuela le gustan otras cosas  y solo iba a lograr complicarle la vida.

 

En fin, luego de recibir sus comentarios  lapidarios  , tal vez con criterio , hice algo que siempre aconsejo en mi oficina cuando se nos pierde una carpeta: me senté a pensar  antes de salir a buscar otra cosa para obsequiar a mamá.

 

Les adelanto , para que no sigan leyendo el relato si les resulta aburrido, mis reflexiones  no me llevaron al resultado esperado y no es que mi vieja  (así le digo yo de  entrecasa) sea una persona complicada, todo lo contrario.

 

Ocurre que el pensamiento me desvió por  otros andariveles, me hizo retroceder  hasta épocas de mi infancia cuando para el día de la madre  le preparábamos en la escuela, en la hora de labor o actividades prácticas, no recuerdo bien como se llamaba esa asignatura, una manopla bordada a mano con punto yerba , o aquel llavero pintado con plasticota de colores, o aquel cuadrito de madera barnizado que colgaba luego en la cocina como si fuera un  Picasso.

 

Y en cada regalo la vieja siempre  exaltando el valor del obsequio, como si fuera lo mejor del mundo, aunque en realidad era un mamarracho , valorando más de la cuenta - siempre fue así -  aquello que era mínimo comparado a lo que ella hacía por nosotros.

 

Claro, y llego al final, lo que ocurre es que lo que a una madre la emociona no es el tamaño del regalo sino el gesto, esa  mínima devolución que nos redime  frente a tanta torpeza filial.

 

No  es fácil pensar en un regalo para nuestra madre por la simple razón de que  tamaño obsequio no existe.

 

Tal vez  , si queremos aproximarnos ,algo apropiado sería ,a mi entender , sorprenderla con  un regalo sin envolturas, solo  nuestra voz  y algunas dulces   palabras  en su día.

 

 

María Cecilia Repetto

 

 

 

 

 



 
 
 
 

 

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