MEMORIAS DEL CARNAVAL
Me preguntó si habían quemado al Rey Momo en el Corso este año y le respondí
que no; que en realidad no lo
sabía.
Que me parecía que desde hacía algún tiempo se había dejado de hacer
pero que no sabía desde cuándo ni
tampoco porqué, aunque podía suponerlo.
Le cuento, aunque no me lo ha preguntado, que nunca presencié la legendaria Quema del Rey Momo, ni ahora de grande, ni durante mi
infancia.
Que cuando era chica nos íbamos del Corso un rato antes de que finalizara
porque en casa decían que era mejor para evitar los amontonamientos de gente y de
autos pujando por salir todos al mismo tiempo.
Él me responde que me perdí lo
mejor (lo miro con gesto de incredulidad) y que en cuanto al último domingo en que quemaban al Rey Momo era lo más emocionante del Carnaval.
Esa noche, me explica, junto a
sus amigos del barrio se iban temprano para
encontrar una buena ubicación, en lo posible
en la primera fila. Una vez lo invitaron
a subir a los Altos de Raggio y desde
ahí la visión fue insuperable.
Me cuenta que después de la doce, cuando terminaban de pasar las
últimas carrozas, se armaba una suerte de
pira frente a la Tienda Gómez en la intersección de la calle Buenos Aires y
San Martín.
Que para entonces ya estaban en el lugar el camión de bomberos y la
policía ajetreada tratando de preservar el orden entre tanta muchedumbre que se
amontonaba y se empujaba contra el cordel prudentemente colocado para evitar que ocurrieran accidentes, aunque nadie en ese momento era muy consciente
de los peligros.
Mientras se ultimaban los preparativos de la fogata ,me dice, el hidalgo
Rey Momo esperaba con estoicismo su destino a un costado de la escena y
cuando estaba todo listo lo bajaban de la carroza y lo trasladaban ceremoniosamente hasta su
hoguera.
Que miraba encandilado las distintas secuencias del evento y abría los ojos lo más que podía cuando las voraces y ascendentes
llamaradas comenzaban su trabajo exterminador.
El ruido de la madera ardiendo y los cohetes, bengalas y cañitas
voladoras que estratégicamente habían sido colocados entre sus ropajes reales potenciaban la emoción que llegaba al clímax
en el preciso instante en que caía al piso y rodaba en llamas la
abatida cabeza del monarca.
Sí ,me repite ,fascinaba ver cómo
aquel muñeco de madera , cartón y
trapos que solían fabricar los presos de
la Cárcel de Dolores se convertía en cenizas que el viento de marzo desparramaba
entre los espectadores hasta quedar de su imponente figura sólo un frágil esqueleto de
alambre.
Le digo que muchas costumbres de antes se han ido perdido con el tiempo,
como los juegos de Carnaval que casi han desaparecido.
Le pregunto si será que nos hemos vuelto más aburridos o tal vez más civilizados o será que ser
civilizados nos ha vuelto más aburridos…
Había en algunos juegos de Carnaval una conducta inconsciente de quienes la protagonizaban, que
no ponía reparos en los peligros que encerraba o en las consecuencias que
podían derivar de esa diversión que
parecía tan inofensiva.
En mi opinión esto ocurría, le digo, porque en general la gente de
antes era más desprevenida, más cándida y también más inconsciente en algunos aspectos.
Luego han venido las reglamentaciones y las multas por esto y por
aquello y la industria del juicio que ha
aprovechado la ocasión para sacar sus dividendos
de los infractores.
Para la historia y para alivio de las mujeres (esto va por mi cuenta)
han quedado los globazos a la hora de la siesta, los sonoros machetes , la
nieve que irritaba los ojos, el papel
picado tan amargo cuando te lo hacían
tragar y la escalofriante lanza perfume
envasado en frascos de vidrio con forma de pequeño sifón.
Más, la verdad es que el Carnaval
en su verdadero sentido es la desmesura, la transgresión, la torpeza y
el exceso.
Por esto al establecer los límites a su juego también han provocado su desnaturalización.
Nuestro Carnaval de hoy es un
carnaval civilizado en el cual la gente se comporta bien y toma asiento en las
noches para ver el espectáculo de las
coloridas murgas y el desfile de mascaritas danzarinas.
Es el Carnaval sin bomba de remate, adaptado a las nuevas generaciones
y reglamentaciones, tal vez mejor en muchos aspectos, pero es un carnaval timorato en el cual la Quema del Rey Momo se ha suspendido pero no
por mal tiempo como supo ocurrir antes ,sino
porque es parte de lo que el paso del
tiempo se llevó.
María Cecilia Repetto
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