jueves, 15 de mayo de 2014

ĹA VISITA AL MEDICO por Maria Cecilia Repetto


LA VISITA AL MEDICO

Por lo  general  nos cuesta  ir al médico.

En el fondo uno espera que ese malestar, ese   dolor   ,  esa molestia, desaparezcan solas, tal  como vinieron.

Pero cuando el deseo no se cumple, cuando el malestar  persiste y  la situación  empieza a incomodarnos, entonces, ahí, de última, tomamos el teléfono y  pedimos un turno para una consulta con el doctor.

Yo no sé si  los médicos estarán enterados  de todo el proceso mental  que antecede a su visita, que produce nerviosismo e insomnio la noche anterior, en algunos casos.

Tal vez no sepan  que ese día uno se asea más de la cuenta   , que incluso  ensaya una especie de discurso  que pronunciará frente al facultativo acerca de los síntomas que siente, discurso que luego repasará  en la sala de espera procurando no saltear  detalles que para uno son cruciales pero que  el médico en realidad  ya los conoce de antemano.

El paciente en la sala de espera es un ser taciturno y  vulnerable; aguarda como en capilla que la secretaria de voz fina  lo llame por su apellido y lo haga pasar. Desea a toda costa que una varita  mágica le devuelva  la preciada salud, tan sagrada como su libertad.

Muchos son los que  van al médico porque les duele el cuerpo pero hay otros  que  van porque les duele el alma y les repercute en el cuerpo; todos sabemos que es así.

Yo creo que el paciente lo que más desea es que el profesional lo escuche pues cuando la charla  es fecunda, el alivio del enfermo es inmediato.

Pero  a menudo ocurre , aunque en las ciudades chicas  la realidad todavía es bastante diferente ,que la persona  al ingresar al consultorio se encuentra con un profesional que denota en su rostro  más cansancio o nerviosismo que la del propio  enfermo , en otras oportunidades , está  demasiado apurado por la infinidad de personas que lo aguardan ,sumado al teléfono que no para de sonar ,o con demasiados papeles en su escritorio   que debe completar ,recetarios de medicamentos ,órdenes para estudios ,historias clínicas  que le  insumen el   tiempo para hablar o para mirar a  los ojos a su paciente.

Hágase estos estudios y vuelva dentro de unos días , nos  dice  el médico mientras abre la puerta de su consultorio  y que pase el que sigue ; y uno se vuelve  a su casa  meditabundo , lleno de recetas   ,con el carnet de la obra social en  el fondo de la cartera  y con más desazón que antes de ingresar al consultorio .

Como no extrañar en estas circunstancias  aquel médico de familia que visitaba los hogares al anochecer, que entraba a paso tranquilo, sigiloso y que con su mano tibia  o su voz  pausada suministraba el mejor calmante al enfermo  y a su familia: “Su Consejo “

Sí, aquellos  profesionales prestigiosos eran referentes dentro de su comunidad  por sus cualidades morales además de sus conocimientos médicos. A uno le salía decirles doctores desde lo profundo del alma.

La medicina ha avanzado notoriamente en la lucha contra las enfermedades pero   al mismo tiempo la ha despersonalizado y  vuelto más distante en la relación médico –paciente.

Pareciera que los adelantos científicos no han podido conciliar  esos aspectos tan elementales y necesarios para recuperar la salud del enfermo.

Recuerdo haber leído hace un tiempo  una  proclama  del médico Salomón Schachter , profesor de la Universidad de Buenos Aires   referida  a esta realidad la cual  decía “ Antes era un médico, ahora soy un prestador de salud. Solía tener pacientes ahora tengo clientes. Solía efectuar tratamientos ahora espero autorización para proveer servicios. Solía usar mi tiempo para escuchar a mis pacientes ahora debo utilizarlo para justificarme ante los auditores. Solía tener sentimientos ahora tengo funciones. Solía ser médico ahora sé que no lo soy.

Según este profesor en  la medicina actual  existe una evidente crisis humana  que por un lado ha llevado a formular proezas técnicas pero al mismo tiempo ha despersonalizado el trato al paciente  apartándolo de la relación personal.

Es evidente que el médico hoy en día  se enfrenta con un dilema  cual es conciliar su conducta ética y su vocación con el poder cumplir con todas las exigencias de las actuales empresas de medicina  que pretenden llevar el sistema de asistencia médica  al  área de   mercado.

Yo creo que la salud de la población como la educación son cuestiones prioritarias que hacen a la calidad de vida de un país que debe aspirar a la excelencia de sus profesionales médicos garantizando  una retribución digna  que les permita el ejercicio de su ciencia sin presiones.

Es importante en estas cuestiones el papel que desempeña el Estado como instrumentador de las políticas públicas para que el afán mercantilista no prevalezca frente a la salud de los ciudadanos y desvirtúe una de las profesiones más  humanas, dignas y de la cual depende el buen vivir de la población.

                                                                                    María Cecilia Repetto













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