miércoles, 27 de septiembre de 2017


  LA ALEGRIA DEL BICENTENARIO DE  DOLORES  
           Escuchar  la charla de los grandes en las mesas familiares era lo corriente en una   época,  a la cual pertenezco, en donde los chicos se quedaban  en sus sillas  y guardaban silencio mientras   hablaban los mayores.
Pese a lo rígidas que pueden parecer hoy aquellas costumbres  en lo personal me gustaba  participar de  esas reuniones  en especial cuando se contaban anécdotas de  nuestra ciudad de  Dolores.
Me llamaba la atención en aquel entonces   la facilidad que tenían los grandes  para    recordar detalles de la vida de este pueblo ,para saber   los nombres  de los integrantes de  familias dolorenses  , el barrio donde vivían, quienes eran sus parientes    , quienes  sus  vecinos , donde  trabajaban  y otros   pormenores de su vida cotidiana. Recuerdo que en el medio del relato siempre alguien interrumpía  levantando la mano para  agregar  algún dato que los demás desconocían.
Yo los  observaba callada  preguntándome como harían estos fenómenos para saber tanto, quién les habría enseñado la historia local, admirando la forma apasionada con que, como piezas de rompecabezas, armaban completos  los árboles genealógicos de las familias dolorenses.
Pero ahora que he llegado a la edad de aquellos  a quienes me gustaba escuchar desde el otro extremo de la mesa   y al verme  también  ocupando la cabecera  y en similares  circunstancias , haciéndole anécdotas  viejas de Dolores  a mis hijos  ,indagando en las ramas  de una familia  en una reunión de amigos , en donde siempre está el que rectifica y  el que recuerda el detalle que faltaba, una fecha , el barrio donde vivían o lo que fuera y así y asá y esperá   que tengo el nombre en la punta de la lengua, en fin , ahora comprendo   que la razón por la que aquellos ,mis viejos ,mis tíos o mis abuelos , sabían tanto era  muy clara y  simple: Lo sabían  por haberla vivido, por pertenecer, por transitar las calles, por el mero transcurrir de la vida y por ser  ellos mismos  parte de ella .Y así , de andar y transcurrir se  han ido   hilvanando  unas con otras las historias  de muchas  generaciones de dolorenses.
 Sucede que nuestra ciudad de  Dolores, querido lector  de   El  Tribuno,  es la suma de lo que hemos  sido, de lo que hemos  hecho o dejado de hacer  desde que alguien puso el primer pie en estas tierras llanas,  celebró la primera misa hace doscientos años, delineó las primeras calles y marcó el terreno sobre las cuales se erigiría la plaza principal.
Dolores comenzó a escribir su historia  cuando  unos cuantos gauchos  se animaron, vaya coraje o quizá no les quedaba otra, a instalarse en esta zona amenazada por el indio , desprovistos de todo lo que podría llamarse comodidad, bajo la consigna impuesta por las políticas de gobierno de que había que poner un freno al avance del indio y correrlos  de la línea de frontera.
Lejos estaban los de aquella generación de  ponerse a reflexionar en el detalle  de la integración, en los derechos de los nativos, en replantearse, acaso, quien era el apropiador y quién el expropiado.
El tiempo le fue abriendo el camino al progreso permitiendo  que ese rancherío   se fuera poblando con nuevas familias y  así llegó  hacia 1834 la primer maestra Doña Manuela Butierrez dispuesta a enseñar las primeras letras  a los  alumnos dolorenses  dando  comienzo a una actividad que  le otorgó a nuestra ciudad reconocimiento y prestigio entre los pueblos de la zona .
Somos desde entones todo lo que hemos construido de generación en generación , somos los sobrevivientes de un pueblo incendiado  por los indios y reconstruido en 1831 , somos la Revolución del Sud de 1839 , somos el Departamento Judicial del Sud creado en 1874 , somos la inmigración que fomentó Sarmiento  en 1868 y todas las oleadas inmigratorias que llegaron después a Dolores aportando sus costumbres , su cultura del trabajo y las productivas  quintas con variedad de  frutales , somos  el impulso prometedor de la educación que brindaron las Maestras de la Escuela Normal  ,somos  también la consecuencia del tornado  y las inundaciones que demostraron la  solidaridad y la  fuerza para sobreponerse de nuestro pueblo  .
Somos, en suma,  el resultado de  lo que hicieron o dejaron de hacer  a lo largo de doscientos años  ocho  generaciones de  dolorenses.
Por todo esto  cuando pase la efervescencia de los festejos del Bicentenario , cuando se apaguen las luces de los espectáculos, cuando se hayan retirado los  invitados  , pagadas ya las cuentas de la fiesta, sería bueno juntarnos los  de entrecasa,  para conversar y preguntarnos por ejemplo ,qué hemos hecho los hombres de nuestra generación .
¿Habremos hecho lo suficiente para crecer, para progresar para dejar una ciudad de puertas abiertas a las futuras generaciones o nos hemos conformado con hacer  lo   indispensable?
Cumplir 200 años  es motivo de celebraciones pero por encima de ello es una  fecha convocante para unir a toda la comunidad en  un proyecto  superador   que  tienda a  mejorar salud pública,  elevar el nivel de la educación y crear fuentes  nuevas  de trabajo para las generaciones de hoy y las que se instalen en el futuro en Dolores  .

MARIA CECILIA REPETTO

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