jueves, 4 de julio de 2013

AGUILA MORA EN DOLORES por Maria Cecilia Repetto


AGUILA MORA


VISITANTE ILUSTRE


Hay un águila mora en Dolores que se supone emigró del sur, de algún lugar inhóspito  de la patagonia.


No se saben cuales son los  motivos que la trajeron hasta acá, ni  porqué habrá cambiado su  hábitat natural de paisajes  con frondosa hierba  por  uno tan despojado y sobrio  como el que le  ofrece nuestra ciudad.


Desde hace un mes se la suele ver  en las mañanas de sol, oronda, abstraída, erguida en los techos de nuestro legendario Cine Gloria, hoy devenido en  supermercado chino.


En los días de tormenta su color plomizo se confunde con las nubes. No la acobarda el frío y ni a los vientos de agosto. Aún con bajas temperaturas ella nos mira desde arriba con su porte elegante, displicente, sobrio  y tal vez un poco  arrogante.


Pero no  presume,  ella es  un ave importante. No en vano  se la conoce  también  con el nombre de “Águila Real”.


Provoca espanto a  las devotas palomas de la iglesia,  es el fastidio de los teros cuya costumbre  ancestral es cruzar en vuelo  la plaza de Castelli  sin que nadie les entorpezca su  camino.


Al fin y al cabo, dirán ellos, que derecho tiene la recién venida a romperles una tradición que se remonta a los mismísimos tiempos  de la fundación  del pueblo.


A esos días en que en  estas tierras  vivían  apenas un reducido  grupo  de familias en modestos  ranchos de adobe y paja.


Si han sido sus antepasados testigos sobrevivientes  del incendio de la ciudad que causaron los indios en 1821 y de todos y cuantos  acontecimientos  se recuerden de la historia de Dolores.


¿O quienes fueron los que hicieron nido en la pica  donde colgaron al valiente Pedro Castelli?


¿Quiénes sino los teros son los que con su “Teru Teru”   han amenizado desde antaño las mañanas en la plaza que hoy lleva el nombre de aquel valiente Revolucionario del Sud?


¿A qué ha venido esta intrusa  a  alterar  sus hábitos de convivencia con los vecinos de Dolores?


Pero el águila mora no parece estar dispuesta a escuchar reclamo alguno, ni de los teros, ni de las palomas que se quejan  como nosotros  de la inseguridad.


No parece dispuesta  esta ave a reconsiderar por ahora  su rumbo, ni  tampoco creo que sea su intención  inmiscuirse en litigios sobre derechos territoriales, ni cambiar  la historia, ni alterar las costumbres de nadie.



Lo suyo es algo personal,  aunque nos alcancemos  bien  a interpretarla.  


Ella, me parece, solo desea volar en soledad desplegando sus enormes alas grisáceas   y observar el panorama de nuestra ciudad  desde arriba como si fuera un ave pensante  , como si estuviera en retiro espiritual.


A menudo esta parada en los techos de la iglesia o en el campanario , de allí en alto vuelo se traslada hasta el Tribunal  o va hasta el parque y en el camino se detiene en la glorieta de la  Plaza Moreno.


Recorre barrios como si fuera el Intendente. Hoy casualmente la vi en las cercanías del Club Social   , en la calle Mitre, en la casa de enfrente  al local donde funciona   The Custom.


Mucha gente cuando la ve  prepara  su cámara fotográfica para retratarla porque quieren guardar el recuerdo de esta visitante ilustre, de esta ave en singular que pese a su soledad  parece sentirse cómoda  y acompañada entre nosotros.


Seguramente en poco tiempo el águila retornará a  su morada natural   , dejará este paisaje de urbano para reencontrarse en alejadas colinas  con otras aves de su misma especie.


Mientras tanto nos está deleitando con su  presencia exótica, con ese derroche de libertad que exhibe en cada vuelo gigante  despertándonos  a los dolorenses el  fugaz deseo de convertirnos en pájaros  como ella.


María Cecilia Repetto


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