viernes, 14 de octubre de 2022

EL VUELO DEL TERO .28-07.2022

 

 A VUELO DE TERO

   

        Hoy sábado la fuerza de la costumbre me ha despertado temprano.

Podría haberme levantado antes para aprovechar el día, pero el frío decide por mí y me retiene un rato más bajo el calor de las frazadas.

Desde mi habitación escucho   una bandada de teros   que pasan volando por arriba   de mi casa.

Parecen ir en dirección sureste, como si rumbearan hacia la Costa o más cerca tal vez, hacia el Monte Tordillo.

Al rato escucho que regresan enloquecidos ¿Se habrán olvidado algo? -me pregunto- ¿Irán a buscar a otros teros que se quedaron atrás en el camino?

Enseguida vuelven a pasar, agitadísimos, como si debieran llegar a horario y hubieran perdido tiempo, parecen desenfrenados en su alborotado vuelo.

Poquito después  otra bandada de teros volando en  la misma dirección , esta vez son  menos , pero igual escucho  estridente  su clásico  “Teru  Teru “

No queda ahí, unos segundos más tarde, dos o tres teros más que pasan   separados del resto   parecen cerrar el   desfile aéreo dejando a su paso una estela de silencio.

Todo esto sucede mientras a través de la persiana se van filtrando los primeros rayos de luz, porque es agosto y ya amanece más temprano.

Quizá pueda resultarle extraño a otros, pero para un dolorense ver una bandada teros sobrevolar por arriba de su casa   o verlos atravesar la iglesia esquivando el campanario o parados como si nada sobre las vías del tren, es algo tan natural como sentir   llover.

Allí por la Plaza Castelli suelen pasar en vuelo rasante alrededor de la Pirámide haciendo un rulero para no chocarse con la palmera con una destreza típica de quien conoce de memoria el territorio.

Ellos han estado aquí desde tiempos ancestrales.

Son descendientes de aquellos “Teros fundadores”, los que vieron   nacer y crecer a Dolores desde el primer día, desde que   era un pueblo de ranchos de adobe   y calles polvorientas ubicado al sur del Río Salado.  Han sido testigos de nuestra historia desde que el Capitán Ramón Lara la fundó el 21 de agosto de 1.817.

Son hijos ,nietos ,bisnietos y choznos de aquellos teros que  huyeron asustados por las lenguas de fuego que se elevaban hacia  el cielo cuando un  malón de indios comandados por el Cacique Molina   incendió el pueblo en 1821 destruyendo las pocas  viviendas  humildes que había   ; que regresaron y posaron sus patitas entre las cenizas y vieron a los tenaces criollos  trabajar por la reconstrucción de este  pueblo ,que fue progresando con el tiempo, a un ritmo pausado ,es verdad, pero siempre en actitud de avanzada sin alterar  su estilo ni su filosofía .

Habrán sido testigos de la Revolución del Sud de 1839 y agitado sus alas alrededor de   la cabeza de Pedro Castelli colgada de una pica en la Plaza que hoy lleva su nombre.

Ellos han estado desde siempre acompañándonos; si hablaran podrían contar mejor que nadie sobre los adelantos edilicios que le fueron dando forma a nuestra ciudad y el impacto en la fisonomía urbana y en las costumbres que provocaron las olas inmigratorias del siglo XX.

Sin embargo, a pesar de los cambios propios del paso de los años estas aves pequeñas simbolizan lo permanente y genuino que hay de nosotros.

Porque esa sensación que ellos sienten de estar en su terruño, esa comodidad que les hace andar con naturalidad es similar al sentimiento que nos produce a cada uno nosotros vivir en este pueblo.

Es así, con su andar   elegante y su sobrio plumaje gris los teros parecieran recordarnos de dónde venimos, quienes somos, ellos interpretan mejor que nadie nuestra idiosincrasia y saben de nosotros quizá más que nosotros mismos.

Con su actitud   protectora y una mansedumbre que no es sumisión, estos animalitos parecieran aleccionarnos sobre lo esencial de la vida.

Daba gusto verlos durante la cuarentena que impuso la pandemia de COVID, desafiando con su típico “Teru teru “el silencio de las calles vacías.

Cuando nadie se asomaba ni siquiera a las veredas, allí andaban ellos haciendo ostentación de su libertad y haciéndome desear ese   disfrute que es andar “suelto” por las calles de Dolores.

Al acercarse  un nuevo aniversario de su fundación es oportuno hacer un alto para reflexionar en las cosas simples y sublimes que ofrece nuestro pueblo,  en el privilegio de ser dolorenses , en el acierto de haber crecido sin alterar lo esencial, sin esfumar  nuestra  identidad, en priorizar los valores de buena vecindad, en preservar a lo largo de los años el tácito deseo colectivo de seguir siendo Dolores, la ciudad de 205 años donde los teros se pasean como aves por su casa.

 

María Cecilia Repetto

 

 

 

 

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